
" Bajaba la calle con decisión, con sus nueve años faltandole un par de dientes caminaba segura con su raya al medio y sus dos coletas que saltaban graciosamente como su soga.
Esa cara llena de pecas ,le daban ese aire de picardía e inocencia al mismo tiempo.
Cantaba y saltaba, sin importarle que su falda se levantara y las medias se le fueran callendo hasta bajarse por completo.
Cruzo la calle sin mirar, del otro lado en el medio de la calle de tierra, Marito jugaba con sus bolitas, su piel morena contrastaba con la camisa blanca que doña Rosa se empeñaba en dejar secar al sol para que llegara al blanco perfecto.
Su cabello rubio, era herencia de su padre, Juan, el albañil del barrio,
Marito haciéndose el distraído ya veía llegar a Roció, su fiel amiga, pero no era cosa de hombres dejar de hacer la importante tarea que estaba realizando por la presencia de una niña, pues ese era el consejo que le habían dado sus hermanos mayores y sus amigos del barrio.
Pronto Roció, estaba de pie junto a el, sin decir palabras, soltó la soga y enrollo el trompo que traía entre sus manos, apunto con precisión y con un gesto rápido lo lanzo hacia el hoyo donde Marrito jugaba con sus bolitas.
Este dio en el blanco, hizo saltar cuatro bolitas partiendo una de ellas y comenzó a bailar destellando colores fulgurantes como los de una estrella al bajar.
Marrito se puso de pie casi furioso, y miro con bronca a Roció, pero la sonrisa sin dientes de esta lo calmo.
Ambos seguían sin hablar, parados miraban con extrañeza los locos saltos del trompo en la tierra despareja.
Finalmente este se detuvo, y fue Marito quien primero lo tomo, pidiendo que le dejara lanzarlo a el, a la vez que ya le quitaba el hilo de sus manos a Rocío.
Lo tenso con fuerza y lo lanzo con orgullo, pero este se dio vuelta en el aire y cayo de cabeza, dando tumbos sin bailar.
Martín, ya estaba junto a ellos, prolijo como siempre con su camisa blanca, pantalones cortos azules y un cinturón haciendo juego con sus zapatos bien lustrados y su peinado a la gomina.
Era domingo y los domingos por la tarde los niños están listos a la espera de que se haga la hora cundo sus mamas los llaman y les advierten que no se ensucien, pues ya están bañados y listos para dormir, al dìa siguiente hay que ir a la escuela.
Martín con osadía tomo de la mano a Rocío, le invito un chocolate mientras con disimulo pateaba el trompo, se la llevaba hablándole de que esa tarde había preparado la lección de historia, que tanto le preocupaba a Rocío, y le prometía que la iba a ayudar.
Rocío se dejaba llevar, la osadía de Martín diferenciaba en gran medida a la torpe distracción de Marito,
Por un instante a este se le llenaron los ojos de furia, pero mi presencia lo detuvo, me miro y se encogió de hombros, me pregunto en silencio que era lo que le pasaba a las niñas y mi respuesta fue igual que su pregunta me encogí de hombros saque un cigarrillo del bolsillo, y camine bajo el sol de la tarde sin rumbo".