domingo, 14 de noviembre de 2010

El viejo anarco

Siempre hay una escusa para todo, aunque confieso que muchas veces me sorprende tu transparencia y uno por ende sigue creciendo y aprendiendo, aun de los más jóvenes se puede aprender. Fue tal vez por ello; que también supe respetar a mis mayores y a escucharlos y tras largas charlas fui aprendiendo muchas cosas de la vida. Y hoy me toca a mí escuchar a los más jóvenes; el viejo anarquista me enseño a vivir en libertad, pero con compromisos sociales. Y entre otras cosas que me enseño, fue a no dejar deudas. Pero seguramente cuando me vaya alguien se quedara esperando que cumpla con una promesa que no pude cumplir Este preámbulo es para contarte que no me olvide de ti en mi viaje, y que si te traje algo. Y por si acaso no te conté aquí va algo del anarquista.

El Viejo Anarco

Ya no era el joven anarquista, ya lo llamaban el viejo anarco, era de esos tipos que el tiempo no le habían hecho cambiar sus ideas.
Sumado a los nuevos tiempos, trabajaba y aceptaba los nuevos términos, casi sin protestar, pero en su interior aun guardaba el fuego sagrado de la juventud.
Mantenía la mirada altiva y sin armas, su voz era como el filo de las espadas, frente a la agresión contestaba con la altura de los que son libres de alma y corazón, la verdad y la justicia eran su bandera, esto le había hecho ganar pocos amigos y si muchos enemigos.
Pero por esa cosa incomprensible que tiene la vida, aun seguía despertando suspiros entre las damas y mucha burla, con bromas punzantes, que olían a envidia entre los caballeros.
El parecía no inmutarse ni frente a los halagos ni frente a los agravios.
No pocas veces pensó, que lo mejor era ser igual a los demás, es que comenzaba a sentir el verdadero cansancio, de haber caminado toda aquella vida, en contra del viento helado de la incomprensión.
Desterrado, arrancado de sus raíces, viviendo en ese país vecino que le cobijo y que ciertamente ya lo había adoptado como uno más entre sus amigos y vecinos.
Y así un frágil pensamiento cada tanto lo obligaba a pensar en vivir como el común de los hombres, tratando de ser simplemente feliz, olvidando sus principios y sumándose a la vida común.
Pero la rebeldía, aun le hervía en la sangre, aun golpeaba su pensamiento, audaz y profundo, desafiante a las normas, reglas y leyes; por lo que era incapaz de detenerse creyendo que los sueños no son solo sueños, si se busca la forma de concretarlos, pues ese pensamiento tantas veces lo había dejado en la posición del irresponsable, que en algunos, causaba admiración y en otros carcajadas nerviosas por que veían peligrar su mundo perfecto y burgués.
Tantas veces se sintió solo, que tal vez, por única vez, allí, si se había equivocado.
Pues siempre había estado rodeado de amor. Mas su convicción y pensamiento solo le habían dado lugar para volcar su amor en las luchas obreras, o junto con los estudiantes o los pobres marginales.
Tan ciego había estado, que jamás pudo conocer el verdadero amor por una mujer, ese era su peor pecado, no haber sabido amar, ni dejarse amar por ninguna mujer.
Algunas veces pensó en cambiar, pensó que era lo mejor. Fue así que me contó su pensamiento y entonces me lo planteo, y se lo planteo así mismo con el siguiente cuadro.
Se vio solo en un desierto, rodeado por monstruos que pretendían devorarlo. Así imagino en uno de los lados, una gran empresa que lo explotaba a diario, en otro ángulo veía un estado dispuesto a quitarle los frutos de su trabajo con impuestos exagerados y con la promesa de que estos volverían al pueblo, cosa que sabia nunca sucedía.
Por allí estaban los dedos apoyados en los gatillos dispuestos a hacer callar a los que se atrevían a levantar sus voces de protesta.
Y allí se detuvo, guardo silencio, y no quiso seguir con su pensamiento. Entendió que no podía detener el tiempo, que aunque arrojase lejos, todos los relojes del mundo, ya era hora de partir.
Entonces se levanto y dejo su espacio perdiéndose en el polvo de los caminos, con su cabello largo, su abundante barba gris y su viejo saco a cuadros tan desgastado como él, por que aquel tiempo que le fue ajeno y despiadado lo llevaba devuelta a los caminos de la soledad.
Algunos dicen que solo eludió sus responsabilidades, para otros pronto se hizo olvido, y solo alguno lloro su partida.
Las razones que me asisten para afirmar tal realidad, me son ajenas, como el paso del tiempo.
Pero puedo afirmar que lo he visto caminar rumbo al horizonte, no me hablo, pero me sonrío y con picardía me guiño un ojo.
Pues entendí que aun llevaba intacta su esperanza, entendí que todavía se puede, que llevaba intacto su valor, para enfrentar los nuevos caminos que le presentara la vida.
Viejo Anarco, en tu partida puedo escribir alguna de tus enseñanzas.
Para algunos, su ignorancia fue la madre de la admiración a tu persona, pero para otros fue la razón de su temor, su incomprensión y su odio.
Y para mi bastaron tus palabras, tus gestos de vida o esos silencios que tantas veces fueron la voz de la verdad.
Por eso ahora se, que la vida es un sueño posible de andar en libertad.



WALTER
(facundotabare)