martes, 31 de enero de 2012

Un circulo sin fin

Como saberlo el solo buscaba el horizonte y encontró la esperanza.
Aquella mañana de Abril cargo en su mochila alguna muda de ropa y sin mas se subió a su moto Esa Honda de 250 cilindradas era parte de sus sueños, con ella sabia que podía volar.
Con la tensa calma de los que dicen adiós, sin decir adiós, cerraba el puño de sus guantes y llevaba el casco cerrado hacia su cabeza. Nadie podía saber si se trataba de un humano, o era simplemente el fantasma de un hombre que no quería morir.
Salir a la ruta sin un rumbo definido ya era toda una aventura, pero ¿a donde ir?, si conocía su destino, pero no el camino.
La ruta a las tres de la mañana, solo es visitada por grandes camiones que cruzan el país llevando mercadería y siempre un lobo solitario al volante, apenas se deja ver.
La luz de aquella poderosa moto ilumina un camino mientras el viento cruza la fina cinta de asfalto que se le antoja un hilo gris sin final. El taco de su bota vuelve a pisar el pedal, acompaña su mano derecha el siguiente cambio y la moto salta buscando mayor velocidad.
Ciento ochenta kilómetros por hora marca aquel reloj y el viento comienza a sentir como el hombre con su maquina corta su intensidad, buscando hacerse dueño de un tiempo que ya no le pertenece.
Los árboles se desdibujan y se confunden en un paisaje, que aun es oscuro como la noche que va quedando detrás.
El hilo de algunos cables que cuelgan de poste en poste es su única guía al amanecer.
Y con el lleva el recuerdo de su sueño, y en su sueño solo reconoce aquel cabello de mujer.
El viento golpea su rostro fino y delicado, juega peinando y despeinando la abundante cabellera oscura que el sol ilumina haciéndola distinta, las olas revientan en un estrepitoso ruido que hoy no buscan la playa, es que el mar tan solo intenta besar sus pies. L a arena fina y blanca la acerca a la orilla y en su mano lleva un clavel rojo y en su mejilla una lágrima desciende sin saber por que.
Ese recuerdo distrae al hombre, que desconoce quien es la bella dama por que llora y donde esta aquella playa.
Todo le parece irreal, sin embargo todo le parece familiar.
Se pregunta si ella le conoce, si le extraña, si le busca como el a ella, se pregunta si otro sueño le devolverá la imagen con un rostro que el olvido parece quererle esconder.
Se pregunta si al encontrarla, ella caminara a su encuentro, o solo al mirarla reconocerá que ya tiene dueño.
Ya es tarde para preguntas que no encuentran respuesta pero la esperanza mueve aquella pasión, más que el combustible de una moto, que rueda en un circulo sin fin.

jueves, 12 de enero de 2012

Ella y El

Lleva cadencia en sus caderas irreverentes, osadía al caminar, su cabellera oscura, juega con el viento, es sexy y armoniosa.
Espera desafiante, taconeando Buenos Aires, mirando al puerto, esperando sin esperar
El se recuesta bajo un farol, fortaleza de su cerro que no se cansa de mirar al mar, toca los cielos sureños, acompaña la cruz del sur.
El es engreído, compadrito y guapo, camina y enciende un cigarro, casi con desprecio acaricia el ala de su sombrero saludando a su ciudad.
Montevideo,
melancólica,…
tanguera,…
murguera…
rocanrolera…
y tradicional.
La sueña,
la anhela,
la extraña
y le teme.
Ella siempre realista,
El irredento anarquista,
Ella dispuesta a negociar,
El es viento y voces cimarrones.,
que claman libertad.
Ella es frágil como el cristal, el tiene manos rudas de obrero.
Ella es delicada como la porcelana, el teme tomarla y romper su elegante estructura refinada.
Por que ella es la incógnita de la mujer, sencilla y arrogante, humilde y valiente.
Bella en su belleza de una tierra que se deja bañar, por es luna que pasea por la avenida, rodando cuesta abajo sin mirar atrás,
Ella en los barrios marginales desafía a la gran ciudad.
El se oculta clandestino, buscando cruzar el mar.
El sabe que volverá,
Ella lo espera sin llorar.
Ella es Buenos Aires llena de glamour de perfumes y modas que no pasaran.
El es Montevideo,
caballero rebelde con sueños sin realizar,
Son novios, son amantes,
Son un mar de soledades a orillas de este río que no necesita puentes para amar.

miércoles, 4 de enero de 2012

Sin saber

No saberlo, me molesta más, que si saberlo.
Es que acaso existe la posibilidad de entender el sentido de una vida que se repite en millones.
Éxitos y desgracias van por el mismo camino y cada uno de nosotros se puede topar con ellas o sortearlas para seguir viviendo la misma aburrida vida.
Un hombre solo, una escollera, en un puerto sin lugar, una gaviota vuela a lo lejos y un velero cruza el horizonte alejándose sin destino cierto.
Una joven despreocupada sostiene una flor roja como sus labios y tararea una canción llena de vida, en una trinchera de algún lugar donde la paz solo es una quimera.
Ancianos van por el mundo sosteniendo un recuerdo de su juventud, aquella juventud perdida en la cama de sus amantes, junto a una carta que nunca se animaron a enviar.
Niños juegan que matan en una guerra donde todos pierden, pero nadie se anima a decirles que la guerra no es un juego, por que no es un juego matar.
Un campo brilla al sol y el trigal desafía los frondosos bosques verdes, por que un río con aguas cristalinas separa lo que los hombres quisieran unir.
No bastan los puentes cuando los idiomas separan caprichosamente lo que todos sueñan con lograr.
Cuelga un hombre de un árbol, su crimen es no entender un dios extranjero, que de misericordia no entiende.
Y el avaro no deja de contar sus billetes, mientras el petróleo ensucia la tierra donde muren los sueños.
La información cruza los continentes con una sorprendente velocidad y mas sorprendente es saber, que no siempre dicen la verdad.
A si, un poeta, un peregrino, sin voz sin papel, sin palabras que inventar, el viento que se desprende del infinito, lleva sus generosos versos, hacia ningún lugar.
Y sus hojas sucias, manchadas por la carbonilla, llegan a mi ventana para explicarme que aun puedo soñar.