Un breve cuento de Navidad
Cada
navidad es distinta y es igual. Cada navidad nos lleva al reencuentro o a la
desilusión. Cada copa que levantamos, cada deseo que soñamos a viva voz, porque son la continuación de nuestra esperanza
intacta, porque algún día, lo sabemos, lo lograremos. Entonces Él, brindo con
los amigos, levanto su copa por los que no están y llevo su mirada al cielo. SI aquel cielo infinitamente oscuro
y brillante en lucecitas de un azul intenso que solo se ven en las tierras del
sur. Son estrellas únicas colgadas en un manto tan oscuro como la tinta china
en una hoja de un blanco papel. Y son irrepetibles a los ojos de cualquier observador. Y él, era un excelente observador, de la vida
misma y del cielo de su tierra. Se despidió de los amigos y pronto salió de la
ciudad de Paysandú, tomo la ruta y comenzó a buscar el puente internacional, ya
lejos de las risas y los brindis sabía que su destino era la mítica Buenos
Aires .Pero ¿porqué volver allí? Nadie le espera, nadie le extraña, ni siquiera
un perro demente y rabioso de soledad y aburrimiento dispuesto a entregarle su
amor. Tampoco el espera encontrarse
nuevamente en aquel viejo portal del
barrio de Boedo.
El lunes…,
el lunes, será un día igual a los demás, su viejo escritorio, y aún, una más
vieja computadora lenta. Lenta como el origen mismo de las cosas. O en este caso de los trámites por firmar.
Papeles en blanco, sellos desgastados por el paso del tiempo y un cenicero
lleno de puchos a medio terminar. Así, como
lo dejo antes de su breve viaje al Uruguay.
Lo que él
no sabe, es que Roció si le estaba esperando. Al verle se ruborizo un poco, pero
esto no le impidió acercarse y encararlo como nunca antes lo había hecho.
Insistió con sus preguntas y él se sintió afortunado y descolocado. Siempre la
había visto como un ángel lejano, siempre la llevaba presente, pero nunca podía
permanecer más que unos breves instantes a su lado .El trabajo, el ritmo
demencial de la oficina y las obligaciones por cumplir. Todo siempre en su
contra. Pero esta vez ella estaba allí, y en un descuido cargado de
emociones en medio de la conversación. Al
menos dos veces más, beso sus mejillas. Nerviosa forma y a la vez emotiva saludándola
como jamás, nadie antes le había dispensado un saludo. Torpe se sintió, pero
feliz en medio de una conversación con
rutinas en las palabras y con sinceridades en los hechos.
La
despedida de siempre la urgencia por el trabajo y ese dulce encuentro que
permanecerá en la memoria hasta la próxima navidad. Porque un Ángel por un
instante le reconoció entre tantos y tantos seres en este, hoy, bendito mundo.
Y su
sonrisa, nadie ya, le podrá quitar.