martes, 31 de octubre de 2017



Los ojos claros

Se obstinan en mírame a los ojos, y aunque intento desviar mi mirada siempre están allí.
Me molesta por qué no entiendo que quieren decirme, cierro los ojos con fuerza y esos otros ojos parecen traspasar mis parpados. Siguen allí, ya no se qué hacer, pues esos ojos y ese rostro me son conocidos.
Me turba  esa expresión y quiero leer en ellos un mensaje que aclare mi pensamiento, y me temo que no  han de darme respuesta.
Y de mis labios las preguntas no se dejan oír.
Quiero entender y busco en esa mirada  una sombra de odio. Pero no la hay. Quiero encontrar en ellos el rencor, pero tampoco logro verlo.
Tal vez sea esa indiferencia la que me castigue, pero entonces ¿por qué mirarme?
Ya no puedo mirar de frente a nada ni nadie, comienzo a temerle al camino si esa mirada me sigue Y más  si  esos profundos ojos azules quieren caminar en  mi propio sendero. Persiguiéndome hasta lo desconocido del universo, hundiéndose en las profundidades de un mar tormentoso como la propia vida que me castiga.
¿Cómo hacer para evitar una presencia que me lastima y sin embargo quiero volver a ver?
¿Por qué se que existe la magia? ¿Sera por esos mismos ojos? ¿Y porqué está en el brillo de esos ojos que si se humedecen por el llanto?,  ¿por qué me duelen sin pudor?, si brillan acompañando una sonrisa limpia y franca que  hace brincar mi corazón.
Sé que son la luz de un alma en pena, y sin darme cuenta veo en sus ojos los míos y entonces percibo su dolor.
Actúan como si me conocieran, saben más de mí que yo. Son como un reflejo de un espejo que el tiempo y el hastío en mil pedazos destrozan.  Y con su filo ingenuo y filoso me hieren el alma hasta sangrar las palabras que no se atreven a pedir perdón.

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