Doce horas que tiene la vida, naciendo en el silencio de la noche, tan solo con esa voz que me llama sin reproches.
Doce horas en una trinchera y no son luces de neón las que me rodean.
Doce horas sin sentir, sin padecer tu ausencia.
Doce horas en el infierno de la guerra.
Viendo morir la vida, dando muerte a la muerte, desafiando el dolor de la mentira.
Dando olvido indecoroso, a los hombres sin destino.
Doce horas y un nacimiento, envuelto en una bandera, manchada de sangre de mis lágrimas y de esta tierra.
Doce horas en el horror de todos los infiernos.
Doce horas para conocer tu primer llanto, y tus ojos llenos de vida.
Doce horas para ponerte un nombre, Libertad, nacida en primavera.
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