miércoles, 4 de enero de 2012

Sin saber

No saberlo, me molesta más, que si saberlo.
Es que acaso existe la posibilidad de entender el sentido de una vida que se repite en millones.
Éxitos y desgracias van por el mismo camino y cada uno de nosotros se puede topar con ellas o sortearlas para seguir viviendo la misma aburrida vida.
Un hombre solo, una escollera, en un puerto sin lugar, una gaviota vuela a lo lejos y un velero cruza el horizonte alejándose sin destino cierto.
Una joven despreocupada sostiene una flor roja como sus labios y tararea una canción llena de vida, en una trinchera de algún lugar donde la paz solo es una quimera.
Ancianos van por el mundo sosteniendo un recuerdo de su juventud, aquella juventud perdida en la cama de sus amantes, junto a una carta que nunca se animaron a enviar.
Niños juegan que matan en una guerra donde todos pierden, pero nadie se anima a decirles que la guerra no es un juego, por que no es un juego matar.
Un campo brilla al sol y el trigal desafía los frondosos bosques verdes, por que un río con aguas cristalinas separa lo que los hombres quisieran unir.
No bastan los puentes cuando los idiomas separan caprichosamente lo que todos sueñan con lograr.
Cuelga un hombre de un árbol, su crimen es no entender un dios extranjero, que de misericordia no entiende.
Y el avaro no deja de contar sus billetes, mientras el petróleo ensucia la tierra donde muren los sueños.
La información cruza los continentes con una sorprendente velocidad y mas sorprendente es saber, que no siempre dicen la verdad.
A si, un poeta, un peregrino, sin voz sin papel, sin palabras que inventar, el viento que se desprende del infinito, lleva sus generosos versos, hacia ningún lugar.
Y sus hojas sucias, manchadas por la carbonilla, llegan a mi ventana para explicarme que aun puedo soñar.

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