Los días se
sucedieron, y Claribel no pasaba por la habitación de la abuela, ese caserón
sin las risas y gritos de la nieta se convertía de pronto en un oscuro pozo sin
sentido, para los habitantes de aquella casa.
La mama de Claribel, parecía molesta o preocupada guardaba
silencio, como todos en la casa, la mucama solo entraba a su habitación para poder poner orden solo cuando la anciana
no estaba. En el salón no sonaba el piano, que la nieta solía tocar, o esa
música estridente que bailaba sin parar cuando sus equipos de música
sonaban llenando de vida la casa y
provocando risas o gritos de censura dependiendo del humor maternal.
La preocupación de la anciana la sostenía alerta,
continuamente se asomaba a la puerta de entrada esperando ver llegar a su
nieta.
Cada vez que preguntaba a su hija por Claribel, esta evitaba
dar certezas, solo decía que estaba de viaje, o de vacaciones. Solo fueron unos
pocos días de ausencia, pero a la anciana no la podían engañar, ella presentía
problemas y estos aumentaban un sufrimiento en el alma. Tal vez fue al tercer
día, que el golpecito suave en su puerta la hizo casi saltar de la cama, ese
golpecito no podía ser otro mas que le dé
su nieta.
Abrió presurosa la
puerta y su ojos se llenaron de lagrimas, allí estaba ella Claribel, sonriendo
y tan emocionada como su abuela la abrazaba
y besaba en un feliz reencuentro.
La anciana no disimulaba su llanto, y repetía mi pequeña_ ¿dónde
has estado?
Claribel dijo _Abuela tanto, tanto te he necesitado estos
días, pero solo tu recuerdo me mantuvo fuerte y firme.
Pero cuéntame ¿qué te paso?
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