Y aquellos otros, los que visitaron mi corazón, nobles caballeros, dignas damas, con entrega sincera entrando como una quimera, abriéndose paso como Ángeles antes de que muera.
Fuego rojo que encendió mi alma que reinvento mi espíritu, dándole sentido al flujo continúo de mi sangre anárquica.
Llegaron a cada rincón de mi cansado corazón para llenarme de sueños en vendavales de actos y palabras.
Acariciaron mis heridas, curando mis sangrados delirios, cicatrizando los dolores, con vasos de vino, besos y flores.
Jamás conocieron la mezquindad, el egoísmo o la traición, de pie soportaron el momento en que me sentenciaban, los sistemas. Allí estuvieron cuando mi rebeldía se perdía en palabras quemadas por una hoguera.
Presenciaron a mi lado, sosteniéndome firme, como por la alcantarilla donde los corruptos roedores habitan, se tragaban mis papeles, mis versos y mi dicha.
Solo ellos se quedan, cuando la ignorancia del común, niegue mi existencia.
Solo ellos son legítimos herederos de mis sueños.
Por ellos escribiré en las paredes del infierno, ¡Gracias amigos, por haberme entregado su corazón, cuando todo ya parecía perdido!
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